Mandrágora II

Dinah y su amiga Marion visitan un sórdido tenderete de feria. Lo regenta una anciana que las sorprenderá con una atracción muy especial: un freak con unos atributos sexuales desmesuradamente grandes. Dinah desoye las advertencias de la anciana y lo toca. «En adelante serás como él», maldice la vieja como escarmiento. Unas palabras que Dinah no olvidará, pues en adelante comenzará para ella una nueva vida. Una vida que transcurrirá lejos de su casa y de su padre alcohólico, una vida llena de placeres y al mismo tiempo tremendamente aterradora.

Desde que Dinah y su amiga Marion visitaron aquel sórdido tenderete de feria, ya nada ha vuelto a ser lo mismo. El tórrido episodio que tuvo lugar entre ella y el freak está pasando factura, y ahora se ve incapaz de refrenar sus impulsos. Dejando atrás a su padre alcohólico, Dinah huyó a Hannover, pero su ninfomanía siguió arrastrándola a acostarse con todos los hombres y mujeres que se cruzaban en su camino. Desesperada, estaba ya por suicidarse cuando conoció a Magdalena, con la que practicó un rito a través del cual tuvo la siguiente revelación: la maldición sólo tendría poder sobre ella mientras negara su feminidad y se sintiera culpable por su calentura. Tras acostarse también con Magdalena, Dinah acude al club Falos y sueños, donde Bupinder y ella disfrutan de una noche de placer en la que nuestra protagonista comienza a librarse de la sensación de haber pecado. Pero al salir del club de striptease donde actuaban, nuestras heroínas se encuentran con que alguien ha dibujado un pentagrama sobre el techo de su furgoneta. Sobre él, yace una oveja destripada.