Al habla con Ángel Mosquito 06/05/2013 – Publicado en: Sin categoría – Tags: Sin categoría
La calambre va de vampiros, un tema de moda.
Sí, siguen de moda, pero en el momento de empezar a pensar la historia, allá por el 2005, no me había fijado en eso particularmente. El vampiro siempre está de moda en la forma que sea: elegante, espantoso, limpio, sucio…
Los de La calambre son cualquier cosa menos glamurosos.
Son como son porque no pueden ser de otra manera: marginales sociales que quieren dejar de serlo. En última instancia, se agarrarían al tren de los vampiros famosos de las películas para adolescentes si esto les fuera a dar de comer.
Tu tebeo es miserabilista hasta el extremo y viene muy bien como alegoría de los tiempos que vivimos, pero no por ello deja de ser divertidísimo.
Es miserabilista porque era la sensación que vivíamos en la Argentina hace diez o doce años. El país había explotado, la mitad de la gente era considerada pobre y un cuarto de ella indigente. Era una situación horrible, y en ese contexto los personajes también se sienten miserables. Pero, como dices, una cosa no quita la otra. El contexto es la miserabilidad, la reciente explosión social, las ganas de recuperarse. Mis personajes hacen lo que pueden y como pueden porque son un poco estúpidos, además de que se meten en una movida enorme y no saben cómo arreglarla.
Tú te curtiste como autor en el panorama independiente de los 90, ¿cómo viviste aquello?
Lo viví como que era lo único que había para vivir en ese momento para alguien que empezaba. Veíamos en revistas un pasado de semi gloria y de trabajo, pero la realidad era que no había más posibilidades que autoeditarse. Y muchos lo hicimos, ahora que lo veo desde la distancia, con algo de inocencia y bastante alegría. Como todo, tenía su lado bueno y su lado malo. Creo que lo bueno era poder trabajar sin restricciones. No había un editor que te pidiera algo por encargo porque suponía que eso iba a vender. Eso hizo que muchos nos formásemos con mucha más libertad, pero sin una guía clara de cómo era el oficio, los plazos, las restricciones temáticas, etc. Tampoco podíamos ganar plata y por eso muchos abandonaron la historieta, porque ya no quedaba más tiempo para dibujar cuando había que trabajar como todo adulto. Eso sigue pasando, claro, pero al haberse abierto algunos espacios (revistas, diarios, editoriales interesadas en la historieta), algunos pudimos trabajar como dibujantes y mantenernos en ello. Más allá de esto, fue un momento muy lindo. Mis mejores amigos actuales los hice en esa época, viajé a muchos festivales de historieta independiente en el país y en el extranjero. Había camaradería, mucha joda y juventud. Por mi parte, hice algunos fanzines, fui y soy parte de un grupo editorial independiente (La Productora) y ayude a organizar dos festivales. También tomé muchisima cerveza. Finalmente, de esa época quedaron editoriales que se profesionalizaron y ahora son referentes del ámbito de la historieta nacional.
Los tiempos han cambiado mucho pero no tanto…
Los dibujantes que comienzan ahora viven casi la misma situación que nosotros entonces, pero con Internet. Yo sigo publicando en Internet. Formo parte de un colectivo que se llama Historietas Reales, un blog en el que hice una historieta autobiográfica durante dos años (El granjero de Jesú). Sí, hoy se ha mejorado en algo, pero quedaron muy lejos las épocas de popularidad del comic.
Tienes un montón de títulos publicados en Argentina pero es difícil seguirte el rastro en el mercado español.
¡Ojala eso empiece a cambiar! En España edité un número de Moron Suburbio con la editorial ya desaparecida Undercomic. No sé cómo resultó para el lector español esa experiencia. La misma editorial editó Carne Argentina, un libro sobre la crisis socioeconómica argentina del 2001, un libro que hicimos con mis compañeros de La Productora un mes después del estallido social. Todo estaba muy fresquito. También hice ilustraciones policiales para Diario 16, y cientos y cientos de ilustraciones infantiles y pedagógicas que seguramente los niños españoles ven en sus libritos escolares para aprender inglés, castellano o matemáticas. Son dibujos de miles de niños felices. No hay vampiros. Pero por suerte existe Internet y en mi blog el lector español puede ponerse un poco al día: www.granjerodejesu.blogspot.com
También colaboras en la prensa de tu país como caricaturista, ¿te obliga eso a estar al tanto de la actualidad? ¿Disfrutas con ese trabajo?
Sí, amo ese trabajo. Hacer caricaturas es un desafío enorme. No me tomo estar al tanto de la actualidad como una obligación. Me gusta el ambiente periodístico. En una época llegué a hacer historietas de casos policiales para un diario local. También hice todo un juicio a un ex funcionario corrupto en historieta, que se publicó en ese mismo diario local hace muchísimos años. Creo que las mejores historias salen de la realidad, que siempre nos supera (de hecho, La calambre surge de cuando a mí me roban el coche). También trabajo en un diario haciendo una historieta semanal (Conurbania, en el suplemento de cultura del diario Tiempo Argentino) que no tiene mucha relación con la realidad cotidiana. Siempre quise trabajar como dibujante en medios de comunicación y ahora puedo disfrutar de eso.
También eres profesor de cómic; ¿además de los aspectos técnicos, cuál es el mejor consejo que puedes darle a alguien que quiera dedicarse a esto?
Que trabaje mucho. Pero de nada sirve si guarda todo en un cajón del escritorio. Sin lector, las historietas no sirven para nada.
¿Trabajas tú en algún proyecto actualmente?
Acabo de terminar una mini serie de 130 páginas para una revista local (Fierro) llamada Tristeza, junto a Federico Reggiani, mi amigo y socio guionista. Es una historieta post apocalíptica. Aparte de mis colaboraciones de historieta regulares en medios gráficos, estuve ayudando a escribir la adaptación al cine de una historieta, y con Reggiani pensamos hacer otro libro de historietas este año, tal vez Vitamina Potencia parte 2, una historieta de luchadores de catch. El primer libro fue editado hace algunos meses.
Por nuestra parte, nos sentimos muy felices de publicar en España La calambre. Dejando aparte la modestia, ¿tienes algunas palabras para convencer al lector de que tiene que hacerse con este tebeazo?
Es una historieta que disfruté muchísimo escribiendo y dibujando. Si algo de eso se nota, para mí es suficiente. Y cuando la volví a leer la ultima vez después de algún tiempo, me reí algunas veces y eso que yo casi nunca me río. Por último, decir que es un libro de precio accesible y creo que vale la pena darle una oportunidad a dos vampiros pobres sudamericanos.