Carlos Hierro, hijo de pintores, nació en Sabadell en 1968. Veinte años después adoptó lo de IRON como nombre de pluma para firmar sus colaboraciones en la última encarnación de la revista Makoki y en las páginas de El Víbora, que en la década de los 90 era territorio para un underground tardío y rabioso muy en consonancia con su tiempo. En aquellos años compaginó la profesión de historietista con la docencia en la Escola Joso de cómic, si bien la dificultad para vivir de los tebeos en un país sin industria le fue desencantando de la profesión y le llevó a abandonar el medio para emprender carrera como tatuador, disciplina que practicaría en estudios de Europa y Canadá hasta instalarse de forma definitiva en la apacible ciudad de Lübeck, en las orillas del Báltico, donde todavía reside apartado del mundanal ruido.