Al es un terrier de diafragma alemán de pura raza. Se llamaba Fiffi de Hirschberg, pero eso era antes, cuando vivía en Fulda y pertenecía a aquella señora tan distinguida y elegante que gustaba de escuchar a Wagner. Ahora vive en Berlín, con un homo incapaz de mantener una relación estable que se pasa el día pinchando tecno. Lo mejor que se puede decir en su favor es que sabe abrir latas de comida para perros. Roy es el chucho del último novio del homo abrelatas de Al; un mil leches bonachón que no ve con malos ojos la orientación sexual de su amo. Al, en cambio, anda de lo más mosqueado.
¿Terminan todos los perros pareciéndose a sus amos? ¿O son los amos quienes terminan imitando a sus perros?
Quien desde luego permanece inimitable es Ralf König, que una vez más nos invita a la reflexión sobre nuestra condición, desatando la carcajada contra todo prejuicio e idea preconcebida.
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