Entrevista con Felix Pestemer 31/10/2012 – Publicado en: Sin categoría – Tags: El polvo de los antepasados, Entrevista, Félix Pestemer
El polvo de los antepasados cuenta una historia sentimental partiendo de lo siniestro y de la iconografía macabra. ¿Estamos ante un cómic de terror, ante un melodrama, se trata acaso de una obra híbrida?
Dejémoslo en novela epistolar… El resto de la pregunta presupone que tengo una idea clara del libro. La verdad es que en México encontré un mundo de imágenes que me fascinaba e inspiraba como artista: el Día de Muertos, las máscaras, el culto a la muerte. Tuve la mitad de las páginas hechas y fue entonces cuando empecé a pensar cómo unirlas en una sola historia. La solución: hacer que un tipo contase varias historias en una sola carta. Pero yo no soy este tipo, así que es mejor que sea el lector quien defina el libro.
Entonces viviste directamente esa mitología en primera persona, has estado en la fiesta de los muertos…
Sí, pasé dos años en México y he estado en la fiesta de los muertos dos veces. Pero dudo qué significa “vivir la mitología”, porque es difícil desprenderse de la condición de observadores, de pinches turistas.
Como alemán, ¿envidias un poco ese entorno festivo que allí son capaces de asociar a la muerte?
No, porque tienen miedo igualmente. Y los que no lo tienen es porque son individuos que no valoran la vida. Pero sí, me alegro por ellos y les felicito por tener una tradición tan bonita.
Dices haberte basado en el trabajo de muralistas mexicanos para dar con el tono adecuado. ¿Qué has aprendido de estos artistas de sangre caliente?
Básicamente, a contar una historia sólo a través de imágenes, a encontrar representaciones emblemáticas para ello. Los muralistas querían crear obras narrativas pero al mismo tiempo verdaderamente democráticas, porque también estaban dirigidas a una gran parte de la población que era analfabeta. Esa idea me impresionaba, y por eso intenté no apoyarme todo el tiempo en los textos.
Ciertamente, tu cómic está muy próximo a la ilustración, disciplina que has practicado con frecuencia en tu carrera. La ilustración y la historieta son dos artes muy distintas, ¿qué te aporta cada una de ellas?
Nada. Las odio. ¡Demasiado trabajo y muy poca pasta!
El libro resulta muy particular en el contexto de la novela gráfica. ¿Qué otras influencias se pueden encontrar en él? ¿Te sientes próximo a la obra de algún autor de cómic?
De hecho, el mundo del cómic y de la novela gráfica es algo totalmente nuevo para mí. Así que tengo que confesar que no, que al menos en El polvo de los antepasados no tuve influencias de otros autores de cómic porque apenas conocía a ninguno. Igual ha sido una ventaja, porque así podía acercarme al tema y llevar la trama de la historia sin caer en convenciones. Ahora estoy trabajando en otro proyecto, casi diametralmente opuesto al primer libro en cuanto a contenido y mensaje, y tengo tantas influencias de autores tan diferentes que ni siquiera hay sitio para listarlos.
Sabemos que estudiaste en Berlín y en Barcelona, que en algunos aspectos y siendo piadosos podría considerarse un poco el Berlín de España… ¿Qué aprendiste aquí? ¿Cómo fue esa etapa de tu vida?
Fui con un Erasmus por medio año, y al final fueron tres. En Berlín estudiaba Bellas Artes, hice instalaciones, objetos, arte conceptual, pero no era feliz. Disfrutaba mi trabajo, pero sólo desde un punto de vista intelectual. Anhelaba algo que me estimulara e inspirase, algo más adecuado a ese montón de ideas que siempre llevaba encima. Quería ilustrar mis propias historias, hacer libros y contemplarlos como una parte de mi obra. En Berlín no me atreví a dar el paso “oficialmente”. En Barcelona participé en los cursos de ilustración de la Escola Massana y me puse a experimentar con la idea de los libros. Al final empecé a escribir una fabula sobre una garrapata compuesta de 18 dibujos grandes, y con este proyecto terminé mi máster de Bellas Artes – en Berlín. Fueron años de aventuras, amor –claro- y otros componentes muy intensos.
¿Tú has bailado alguna vez con la muerte?
Sí, ha habido ocasiones, he corrido riesgos y también he sufrido pérdidas. Pero las pérdidas más graves todavía no las he vivido. De ser así quizás no hubiera sido capaz escribir El polvo de los antepasados… De todos modos, ahora tengo que dedicarme a la vida porque estoy esperando una segunda hija, ¡y falta poco!
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