Mia está a punto de cumplir treinta. Vive con su pareja en un piso compartido con otras cinco o seis personas que piensan que lavar los platos y comprar papel higiénico es opcional. Hace siglos que sale con Manu, y lo más excitante que han hecho en los últimos meses ha sido ver Juego de tronos.
Lleva tiempo haciendo todo tipo de trabajos inestables y ya no recuerda cuándo dejó de aspirar a algo más que a un simple “ganarse la vida”. He aquí la trampa, pensar que hay tierra firme allá donde la precariedad se ha vuelto norma. Desencantada del sueño de una existencia plena, Mia debe escribir, sin ideales, sin guion, el capítulo de su propia vida que requiere mayor esfuerzo.
Tal vez, quién sabe, la suma de dos soledades pueda componer una buena compañía. Quizás Amelia y Ada, ambas corazones viajeros, acaben por acostumbrarse la una a la otra, y puede que, de alguna manera, también quizás, algún día todo este dolor nos acabe por ser útil.
Con la solvencia narrativa de Flavia Biondi, de quien ya leímos Tiempos precarios, llega ahora una novela gráfica que en cada una de sus viñetas emana humanidad y sentido común