Tras la grata sorpresa que supuso su novela gráfica Rosa, Gaëlle Geniller hace aquí otro alarde de su habilidad natural para la confección de mundos melancólicos de luces y atmósferas.
Ser la Guardiana de las Polillas es un gran honor, pero también una gran responsabilidad. ¿Valdrá la pena semejante esfuerzo?