Tal vez no hiciera falta una pandemia para certificar que el ser humano es un animal mediocre y capaz de lo peor. Tampoco un cambio climático y mucho menos una catástrofe nuclear. Pero es lo que hay.
En la periferia de Padua laten los apetitos y el descontento de un puñado de hombres y mujeres, síntomas de sí mismos, cada uno atrapado en sus propios secretos y mentiras.