Salva no lo lleva del todo mal. Después del susto del infarto ha cambiado las birras por las meriendas y ahora su vida en Barcelona es serena y tranquila. Mantiene su núcleo de amigos, entre los que se cuentan Peluche, Rita, Oriol y los hijos de cada uno, y entre todos conforman una familia elegida, cada uno con sus penas y con sus alegrías.